Vigilancia de la calidad del aire
Se entiende por contaminación atmosférica la presencia en la atmósfera de materias, sustancias o formas de energía que impliquen molestia grave, riesgo o daño para la seguridad o la salud de las personas, el medio ambiente y demás bienes de cualquier naturaleza.
Dichas materias, sustancias o formas de energía pueden tener origen natural o antropogénico.
La contaminación del aire daña a la salud humana y al medio ambiente en general.
Los contaminantes que causan la mayor preocupación en lo referente a la salud son el ozono troposférico y las partículas, especialmente las más finas (PM2,5). La exposición a estos contaminantes puede acarrear consecuencias que van desde leves efectos en el sistema respiratorio a mortalidad prematura.
Los ecosistemas también resultan dañados. Por una parte, como consecuencia de los depósitos de sustancias acidificantes, como los óxidos de nitrógeno y el dióxido de azufre, que afectan tanto a la flora como a la fauna. Por otra parte por el exceso de nutrientes de nitrógeno, en forma de óxidos de nitrógeno, que puede alterar las comunidades vegetales y filtrarse a las aguas dulces, provocando en ambos casos una pérdida de biodiversidad (eutrofización). Finalmente, por acción del ozono troposférico, que ocasiona daños a la vegetación en general, incluidos los cultivos.
La contaminación del aire también deteriora los materiales, provocando la degradación de edificios y monumentos.
Las redes de vigilancia de la calidad del aire miden los niveles de concentración en el aire de cada contaminante. Estas medidas se realizan mediante métodos de referencia, es decir, métodos normalizados que producen resultados comparables. Aunque estas medidas se realizan, por lo general, de forma continua, finalmente se expresan como promedios (quinceminutal, horario, diario, etc.).
Los datos registrados por las redes son remitidos al Ministerio competente en materia de medio ambiente que, a su vez, los remite a la Comisión Europea.